Fonteta 2019. Otro año más para el recuerdo con la mente en volver para el 2020. Vuelta a las emociones, a los nervios a flor de piel. A los llantos de las que no cruzan el pasillo y a las lágrimas de emoción de las que salen del corredor de los juegos del hambre falleros. Una de las mayores competiciones que las fallas nos enseñan año tras año. Porque sí, señores. Porque desde el momento 1 en el que la candidata rellena con sus datos la hoja de alta ya está mirada por los miles de falleros que están pendientes de ella.

Es curioso ver a tanta gente movida por el mismo motivo. Por ver, de entre casi todas las fallas de Valencia quién de todas será la encargada de portar a la ciudad a lo más alto. Es el mayor de los morbos que tiene esta fiesta. Porque hasta yo mismo escribo este pensamiento con mi quiniela en la mano, y es que tan sólo de pensar en ese «¿Quién es quién?» Particular que nos montamos los falleros entre 400 fichas que tumbar para resolverlo en tan sólo 3 meses es una tarea muy difícil.

Es la verdadera encrucijada que cada año se nos plantea y cada año nos gusta más. Esas candidatas que antes de salir de la fonteta suben a lo más alto de la montaña rusa, pensando que tienen el cielo ganado, y caen como si de un precipicio se tratara tras ver que el nombre número 13 no es el suyo. O las que mienten sobre su vida para intentar llamar la atención cuando el jurado ya tenía más que fichadas cada uno de los ases que tenía en la manga. O las que cambian de peluquero o maquillador o indumentarista y hacen un Monopoly contándole a sus evaluadores todo el dinero que se gastarían en un reinado tan particular como es el de ser Fallera Mayor de Valencia.

En definitiva, la fonteta es un juego donde ganan 13, aunque luego hayan tantas que digan que en su momento «fueron la número 14», un juego dónde por conseguir lo que quieres dejas tantas cosas atrás de las cuáles ni te llegas a acordar o dar cuenta. Un juego con unas reglas hechas para vencer o perder sobre tus compañeras, maquillando esta historia como si fuera un cuento de hadas. La ambición y el poder vuelven a reinar el mundo fallero y poco queda para conocer a la mujer que gana definitivamente este juego. Pero hay que darse cuenta que al fin y al cabo solo hablamos de una competición. Como si de un deporte se tratara. Es eso, simplemente un juego.

Alberto Castellanos