La creatividad y la autoría hace tiempo que dejaron de ser una prioridad en nuestra sociedad y en muchas de nuestras manifestaciones culturales. Y las Fallas no son, en ningún caso, una excepción a este mal general. El mecenazgo ejercido por muchas comisiones falleras roza la tiranía, al pesar en la elección o continuidad de sus artistas valores muy alejados del aprecio del arte o de la profundidad en el contenido. La falla plantada es, para muchas comisiones, la excusa que les permite cortar la calle y celebrar su desfase aprovechando el espacio público. Si a eso sumamos la crueldad de los premios y la notoria falta de criterio las más de las veces, la figura del artista fallero –y, lo que es más importante, su libertad artística- ha quedado relegada a un plano secundario.
No podemos negar, evidentemente, el aspecto comercial de las Fallas, que no dejan de ser una industria cultural ligada a un hecho festivo y a unos condicionantes económicos severos. Pero ese hecho comercial no debe significar, en ningún caso, la mercantilización del artista, el sometimiento –cuando no censura- a unos principios muchas veces ridículos y, sobre todo, la devaluación de su trabajo. La indigna actitud que muchos de los mecenas falleros ejercen contra sus artistas tiene en el vergonzoso y vergonzante “concurso de bocetos” la punta del iceberg de un drama más profundo. Y la actual reproductibilidad técnica ligada a la producción de las fallas, donde la autoría se diluye y el proceso y la estética se homogeneízan a través del “copia y pega”, no ha hecho más que agrandar el problema. El fallero busca el chollo. Que todo sea rápido, bueno y barato. Que tenga contenido o valor artístico real, parece que importa menos. A muchos artistas no les queda otro remedio que acogerse al “sálvese quien pueda”.
Sin mecenas no habría fallas. Pero sin artistas nuestra fiesta diluiría su carácter genuino y diferente –esto es, la oportunidad creativa que las fallas suponen cada año- entre otras muchas celebraciones del mundo. Si queremos ser “la millor festa del món”, empecemos por valorar a quien le da sentido. Reinas de las fiestas, señoritas que sonríen y saludan, tenemos en todas partes. Artistas y creativos vinculados a las Fallas, capaces de renovarse todos los años, que trabajan para ofrecer su esfuerzo a la ciudad –y, muchas veces, en condiciones del todo injustas- sólo los tenemos aquí.
El respeto por nuestra fiesta empieza desde dentro.
Alejandro Lagarda Pérez